Una de las cualidades más apreciadas en
un portero es la regularidad. Es por ello que cada vez es más importante que el
portero tenga una buena preparación psicológica. Esta preparación es la clave
para conseguir el máximo rendimiento bajo cualquier circunstancia, lo que sin
duda marca la diferencia. Es evidente que esto no se puede conseguir de la
noche a la mañana. Como cualquier otra faceta del juego se debe entrenar. Las
tres figuras claves encargadas de este desarrollo son el entrenador, el
entrenador de porteros y el psicólogo deportivo.
Entrenar es un acto educativo. No cabe
duda. El entrenador trata de trasmitir o enseñar a sus jugadores unos conceptos
(SABER) y unos procedimientos o destrezas (SABER HACER). Los futbolistas
agradecen que su entrenador les haga llegar con claridad su “idea” de fútbol.
Estamos hablando de una faceta, inherente a su rol, que va más allá de la
dirección del equipo. Me estoy refiriendo a la “pedagogía” del entrenador. Lo
importante no es tanto que sepa mucho de fútbol sino cómo lo trasmite o lo
hacer llegar a sus jugadores, cómo se hace entender a la hora de trasladar sus
conocimientos a los futbolistas. Cuando esa acción educativa o proceso de
enseñanza-aprendizaje es confusa los futbolistas no asimilan los contenidos que
les trasmite su entrenador.
La
problemática
¿Y qué tiene que ver esto con el
entrenamiento en fútbol, en concreto con el entrenamiento específico de los
porteros? Pues mucho. Durante años suelen acumular una ingente carga de
trabajo, físico, técnico y táctico. Realizan muchísimos ejercicios para
desarrollar sus “cualidades” como porteros, pero a juicio de algunos de estos
entrenadores parece que ello es insuficiente.
Estamos cansados de ver chicos con
excelentes cualidades para la portería. Técnicamente presentan un nivel
altísimo. Tienen una excelente proyección cuando están en la etapa juvenil o se
incorporan al equipo filial. Pero ¿qué pasa qué muchos de ellos no llegan al
fútbol profesional? Qué explicación puede haber. Unos no tienen carácter o
personalidad para ser porteros, otros no soportan la presión inherente a la
máxima competición, muchos no tienen la suficiente paciencia para saber esperar
y perseverar hasta que les llegue su oportunidad, y a casi todos no les gusta
el banquillo o la suplencia y menos aun no entrar en la convocatoria cuando en la
plantilla hay tres porteros… Todas estas causas se están refiriendo a
cuestiones relacionadas con el ámbito emocional. Son potencialmente buenos
porteros pero no disponen de las necesarias competencias para ejercer como
porteros en el contexto del fútbol profesional.
En la actualidad la dificultad se
agudiza debido a que nuestros jóvenes son bastante inmediatos, trabajan por
metas próximas y suelen abandonar ante metas aplazadas, y poco competitivos,
quizás como consecuencia de la sociedad del bienestar que les ha ido
acostumbrando a lograr todo casi sin esfuerzo.
Así pues, es necesario ampliar los
contenidos a trabajar en la formación de los porteros. Además de las
competencias técnicas es necesario desarrollar unas competencias emocionales o
psicológicas, específicas de dicho puesto. Se trata de valores específicos y
habilidades emocionales que incrementen sus competencias como porteros, de
forma que además de disponer de unas excelentes cualidades técnico-tácticas han
de SER y SENTIR como auténticos porteros.
¿Qué
hacer?
·
Entender la soledad del portero en un trabajo
colectivo o de equipo: El portero
vive el partido en soledad, aunque se trate de un trabajo colectivo. Está solo
por la especificidad de su tarea y por la distancia que le separa de sus
compañeros en el terreno de juego. Mientras que los compañeros pueden pasar más
desapercibidos el trabajo del portero es muy manifiesto. El portero suele estar
solo en el éxito y en el fracaso; cuando su equipo mete un gol lo celebra en
soledad, mientras que cuando el equipo encaja un gol lo sufre de una manera
especial, también en soledad.
Saber
mantener una atención focalizada para poder leer el juego sin participar
activamente en él. Es muy difícil mantener la concentración necesaria, que
exige un trabajo óptimo de un portero, cuando apenas interviene en el juego. El
estilo atencional del portero es diferente al resto de jugadores del equipo.
Requiere un trabajo específico hasta que el portero interiorice la importancia
de su trabajo “sin balón”.
El
trabajo del portero exige una concentración máxima durante todo el encuentro.
Es imprescindible estar conectado a la acción, en estado de vigilancia o alerta
tanto cuando no participa del juego como cuando interviene. Y no es una tarea fácil. Es algo que se debe
entrenar todos los días no desconectando en ningún momento durante los
entrenamientos diarios. Es de vital importancia el trabajo del psicólogo para
poder dominar esta tarea, para saber evaluar nuestro estado emocional, saber si
tenemos poca o demasiada activación nerviosa. El portero debe saber encontrar
el estado ideal de rendimiento utilizando técnicas que disminuyan dicha
activación cuando es excesiva (relajación) o que la incrementen cuando sea
insuficiente (energización).
·
Dirigir o dar instrucciones a los compañeros, liderar
desde la portería: Un buen portero
manda y dirige a sus compañeros, especialmente a los defensas. Es una tarea de
suma importancia que no puede depender de la personalidad o carácter de su portero. Es mudo, no habla, se quejan en
ocasiones los entrenadores.
Muchos
piensan equivocadamente que el carácter no se puede modelar ni cambiar. Nada
más lejos de la realidad. Es imprescindible que el portero tenga mucho
carácter. El psicólogo deportivo es quien va orientando el carácter del portero
hacia el liderazgo. Todo el mundo espera de él que mande, tenga jerarquía,
lidere desde atrás al equipo. Se espera que maneje el estado anímico del equipo
desde la portería. Es una exigencia común de todos los entrenadores, organizar
al equipo ya que dispone de una situación privilegiada para observar el
comportamiento del equipo.
·
Aceptar y convivir con la posibilidad del error: Desde una lógica emocional el portero está pendiente
de no cometer errores, lo que le hace estar mucho más inseguro. Tratar de no
equivocarte se traduce en un trabajo inseguro y provoca la aparición de más errores.
El error es inherente a la condición de ser humano, dicen que errar es de
humanos. Pero, además, el error del portero suele ser “grosero”, es decir muy
evidente y peligroso para el equipo. El portero puede aprender a convivir con
el riesgo del error, como algo inherente a su trabajo, de forma que no le
afecte en su trabajo.
·
Contagiar seguridad: El portero contagia sus emociones a su equipo y a la grada. Un portero
seguro y con confianza proyecta seguridad a sus compañeros en el trabajo
defensivo. Un portero seguro mantiene tranquilos y confiados a sus aficionados.
La inseguridad del portero resta confianza de sus compañeros en él, haciéndoles
más difícil la labor defensiva.
El
portero es un jugador que puede ayudar a manejar el tempo del partido. Es algo
difícil de aprender porque en la mayoría de las situaciones cuando acabas de
intervenir la adrenalina corre por las venas y el cuerpo demanda más acción.
Pero en ese momento es cuando más tranquilidad se debe dar al equipo porque el
contrario está atacando y el equipo necesita recomponerse para poder retomar el
control del partido.
·
Orientar hacia la mejora de la tarea: El portero suele estar muy orientado hacia el éxito.
Se mueve por motivaciones relacionadas con la satisfacción del ego, como ser
titular, mantener la portería a cero, detener penaltis, tener continuidad en el
equipo titular, ser protagonista por su excelente trabajo, ser objeto de buenas
valoraciones por parte de los medios de comunicación… Entonces, se desanima
muchísimo cuando no juega, no tiene protagonismo, y piensa que no lo va a tener
debido a que otro compañero cuenta, según su impresión, con la confianza del entrenador.
Es
necesario que el portero se mueva también por otras motivaciones que le ayuden
a trabajar diariamente y a mantener el ánimo aunque no participe habitualmente
en la competición. Es importante que el portero entienda que la titularidad no
depende de él, sino que es una decisión del entrenador. Lo que sí depende de él
es su trabajo diario y es ahí donde debe centrar toda su atención y esfuerzo.
Un buen trabajo diario es el mejor camino hacia la titularidad. Es de vital
importancia marcarse un objetivo para la temporada para evitar la relajación.
El objetivo debe ser concreto, cuanto más concreto mucho mejor.
·
Aceptar y saber convivir con las críticas: Cualquier futbolista ha vivido la sensación de
sentirse observado o examinado por el gran público. Entonces el rendimiento
decae drásticamente. Además, de un trabajo desarrollado en público cualquiera
puede opinar sobre él. ¡El más difícil todavía! El futbolista suele leer casi
todo lo que se publica sobre él, aunque confiese lo contrario. Ser objeto de
críticas o sentir que existen dudas respecto al propio trabajo debilita
enormemente la autoconfianza individual. Es necesario dotar al portero de
recursos de tipo psicológico que le ayuden a convivir con su “examen” semanal.

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